Demuestre aprecio honrado y sincero

Este es el segundo principio de la filosofía Carnegie que conduce al liderazgo influyente que se gana.

Muchas personas en las organizaciones pueden tener la sensación de que nadie aprecia su trabajo, su aporte, su esfuerzo y esa sensación nace del silencio que la rodea. Ninguna persona, menos la jefatura directa dice nada respecto del desempeño, salvo en los eventos formales de retroalimentación, que desafortunadamente, en muchos casos son vistos como el momento para hablar de lo que hiciste mal.

¿Cuál es el desafío que nos propone este principio? La honradez y sinceridad de la demostración de aprecio.

Suponga que es usted una persona comprometida con su trabajo. Lo que yo tendría que hacer para aplicar este principio es pensar que hecho demuestra el compromiso que quiero destacar y cuando tenga esa conversación debería ser capaz de aportar evidencia que le haga sentido a la persona más importante.

«Quiero destacar tu compromiso con la tarea y lo digo pensando en los aportes que hiciste durante la reunión del jueves pasado«

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No critique. No condene ni se queje

El primer primer principio Carnegie es el único que se enuncia en términos de «dejar de hacer» y ha sido para mí un desafío permanente: «No critique, no condene ni se queje«

Lo primero que deberíamos acordar es que no estoy proponiendo que se deje pasar el error para no tener disgustos. Lo que propongo es que cambiemos la estrategia para gestionar lo que ha salido mal.

Carnegie creía y yo sigo creyendo, que la crítica es peligrosa pues puede provocar y lo hará, pérdida de compromiso y en algunos casos, resentimiento, todo lo cual generará más y mayores problemas.

Lo que tengo que decir al respecto de este principio es que he venido luchando con lo que plantea, desde que me lo topé en el primer entrenamiento como participante, en 1997 y la razón para esta larga batalla reside en el hecho cierto de que para mi es natural criticar, condenar y quejarme y hay tanta gente que no hace lo que yo haría, no dice lo que yo diría, no se comporta como yo me comportaría, etc. etc. etc.

Desde mip punto de vista, criticar, condenar o quejarse de lo que otra persona hace, es inútil si consideramos que la persona que tenemos al frente es una criatura tan emocional como nosotros y debido a ello recibirá lo que nosotros tengamos que decir desde su realidad emocional y desde allí la lógica que nos asista al hacer la crítica, no tendrá valor.

Lo que proponemos en Carnegie es cambiar la estrategia para no comprometer las emociones de la contraparte pero si solucionar lo que hay que solucionar, mejorar lo que hay que mejorar, pero sin afectar el compromiso de las personas involucradas.

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Si no tuviera miedo

Según las personas especialistas en temas relacionados con la mente humana, nuestro cerebro no ha evolucionado mucho desde aquellos tiempos en que éramos parte de la cadena alimenticia de muchos depredadores. En ese tiempo, cada sonido, cada movimiento era interpretado por nuestro cerebro como peligro inminente y mortal. Dicho de otro modo nuestro cerebro sigue mortalmente asustado.

Y hay muchas razones para que nuestro cerebro esté asustado. Estamos en pandemia, con una, dos, tres y quizás cuatro olas. Con cuarentenas que van y vienen, con vacunas que llegan pero no llegan, con trabajos que se licuan frente a la inteligencia artificial o que se los llevó el estallido social y el confinamiento estricto, con distanciamiento social, teletrabajo, exceso de información sin fundamento y alarmista.

Una de las claves de 2020 para mi fue lograr una mejor comprensión de mi mente. Escuchando a Elsa Punset me encontré con dos conceptos que pusieron en simple como mi mente funciona. Ella propuso que nuestra mente es como velcro para lo malo, lo negativo y debido a que es velcro, captura y retiene todo lo que yo deje entrar a mi mente, al final del día, de la semana, del mes o de los meses, llega a pesar mucho. Pero que también es como teflón para lo bueno por lo que casi no lo retiene.

Esa simple manera de explicarlo confirmó algo que yo ya sabía. Mi mente producirá pensamientos con la materia prima que yo provea. Si me paso todo el día viendo «malas noticias» probablemente tendré pensamientos de miedo, inseguridad, pero si me paso todo el día alimentando mi mente con información positiva y realista, con planes, con propósitos, la cosecha será totalmente distinta.

Entonces, ¿Cómo hacer para no tener miedo?

He aquí algunas ideas:

Primero: Filtre todo lo que deja entrar a su mente. Dicho de otra manera use mascarilla y escudo facial para su mente. En mi caso, yo instalé un punto de control en el que chequeo los papeles de lo que quiere ingresar a mi mente y no dejo que se llene de pensamientos haraganes

Segundo: Ocuparnos no preocuparnos. Establecer un propósito claro, firme, magnético, por escrito y detallado y un plan para hacer que suceda con metas e hitos cuantificables. Acto seguido ponernos en acción, pues la ley dice: «la persona que siembra cosecha, no la que necesita»

Cada vez que yo hago lo que he descrito en el párrafo anterior, entonces avanzo, incluso en medio de 2020 y todos sus desafíos. ¿Quiere dejar de tener miedo? Póngase en camino. Haga!!

2020 y 2021 en clave Invictus

En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
le doy gracias al dios que fuere,
por mi alma inconquistable.

En las garras de las circunstancias,
no he gemido, ni he llorado.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos,
acecha la oscuridad con su horror,
Y sin embargo la amenaza de los años me halla ,
y me hallará sin temor.

No importa cuán estrecha sea la puerta,
ni cuán cargado con castigos el pergamino,
Soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley

Liderazgo resonante produce más …

Personas con autentico liderazgo no se distinguen por su talento innato o su dominio técnico, sino por su capacidad de inspirar en otros energía, pasión y entusiasmo. Y estos sentimientos se extienden rápidamente en los equipos de trabajo, estimulando a las demás personas.

Una parte fundamental, que permite a las personas en liderazgo efectivo es saber controlar y usar adecuadamente las propias emociones, y potenciar sentimientos positivos en los equipos, es decir, crear resonancia. Sin tener en cuenta las emociones, no puede obtenerse lo mejor de las personas y conseguir que las organizaciones prosperen.

A partir del análisis del estilo de liderazgo de casi 4.000 personas en cargos directivos de todo tipo de organizaciones y del contacto directo con muchas de ellas, Daniel Goleman, Richard Boyatzis y Annie McKee demuestran que la resonancia de la persona en el liderazgo es un factor imprescindible para que tenga éxito y, más aún, que esta resonancia se puede aprender

Tomado y parafraseado del libro: El líder resonante crea más por Goleman, Boyatzis & McKee

Si…

Si podemos mantener la cabeza en su sitio cuando las personas a nuestro alrededor la pierden y nos culpan a nosotros. Si podemos seguir creyendo en nosotros mismos, cuando todos dudan, pero también aceptamos que tengan dudas.

Si podemos esperar y no cansarnos de la espera; o si, siendo engañados, no respondemos con engaños, o si, siendo odiados, no incurrimos en el odio. Y aun así no nos damos por buena, ni sabia persona.

Si podemos soñar sin que los sueños nos dominen; Si podemos pensar y no hacer de nuestros pensamientos nuestro único objetivo; Si podemos encontrarnos con el triunfo y el fracaso, y tratar a estos dos impostores de la misma manera. Si podemos soportar oír la verdad que hemos dicho, tergiversada por villanos para engañar a los necios. O ver cómo se destruye todo aquello por lo que hemos dado la vida, y remangarnos para reconstruir con herramientas desgastadas.

Si podemos aplicar toda nuestra ganancia y arriesgarla a una sola jugada; y perder, y empezar de nuevo desde el principio y nunca decir ni una palabra sobre la pérdida. Si podemos forzar nuestro corazón, y nuestros nervios y tendones, a cumplir con nuestros objetivos mucho después de que estén agotados, y así resistir cuando ya no nos queda nada salvo la voluntad que nos dice: «¡resiste!».

Si podemos hablar a la multitud y conservar nuestra humildad. O caminar junto a reyes o reinas, sin menospreciar por ello a la gente común. Si ni amigos ni enemigos pueden herirnos. Si todos pueden contar con nosotros, pero ninguno demasiado. Si podemos llenar el implacable minuto, con sesenta segundos de diligente labor nuestra será la meta y todo lo que hay en ella, y lo más importante: ¡seremos la mejor expresión de la persona que somos!

Tomado y parafraseado del poema escrito por Rudyard Kipling en 1895



Donde las papas queman

No es la persona que critica quien cuenta; ni aquella que señala como la persona fuerte se tambalea, o dónde podría haberlo hecho mejor.

El reconocimiento pertenece a la persona que está en la tarea, con el rostro desfigurado por el polvo, el sudor y la sangre; quien se esfuerza valientemente; quien se equivoca, quien da un traspié tras otro, pues no hay esfuerzo sin error ni fallo.

Pero quien realmente se empeña en lograr su cometido; quien conoce grandes entusiasmos, las grandes devociones; quien se consagra a una causa digna; quien en el mejor de los casos, si fracasa, al menos fracasa atreviéndose en grande, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota.

Tomado y parafraseado de The Man in the Arena nombre por el que se conoce a un fragmento del discurso que Theodore Roosevelt dio en La Sorbona en París, Francia, el 23 de abril de 1910. El discurso completo tiene 35 páginas y se titula Citizenship in a Republic. El fragmento se encuentra en la página siete del discurso.

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